EL PUENTE

Se dice que las narraciones son aquellos relatos que cuentan hechos reales o también llenos de fantasía, pero lo que mi abuelo me conto es real.
Él dice que en los tiempos de lluvia muy fuertes, tanto así que parecía diluvio universal, así las aguas se precipitaban en forma de lluvia y parecía que hubiesen estado enojados por algo que las personas o el pueblo no podían explicarse. Las fuertes gotas de lluvia caían sobre nuestra tierra sedienta, y cuenta mi abuelo que fueron capaces de rebalsar la vega que cruza nuestro pueblo, que hasta ese entonces la tierra que habitaba las pocas familias no tenía nombre. Recuerda que la vega se llenó con harta agua que la piedras que venían allí no se veían y que ya no podían lanzar sus lenguas de fuego sobre las plantas de los pies de aquellos paisanos que la cruzaban.

Cuando una mañana los hombres del pueblo sin nombre se dirigían a su chamba quedaron pasmados al ver que se encontraban aislados. ¡Cruz bendita! Dijeron los hombres del pueblo, acordándose del símbolo que los bendecía y bendice hasta ahora a nuestro pueblo. ¿Por qué Dios nos castiga de esa manera?
Los hombres avisados por algunos se volvieron a ver la vega que rebalsaba con harta agua que contenía.

Todos estaban tristes, sin saber qué hacer, las aguas las aguas parecían las caras de aquellas personas que muestran sus cejas erizadas de fea manera cuando están enojadas; y al parecer seguía - diciendo mi abuelo – que la vega, cuyas aguas en creciente, amenazaban tragarse a cualquiera de los paisanos que se atreviera a cruzarlo. Oigamos dijo un cholo ahora cómo cubriremos nuestras necesidades que tenemos en nuestros hogares, diciendo esto se acercó de los hombres el más anciano ¿qué hombres para tan mentecatos, caray, que no s brinda la divina providencia? los demás moradores respondieron: yuca, plátano y otros víveres. Entonces volvió a decir el anciano, con lo poco que tenemos podemos sobrevivir hasta esperar que las aguas de las vegas mermen o encontrar alguna otra solución.

Tienes razón paisano habló un hombre delgado como un palito, hay que regresar al pueblo y avisar a nuestras mujeres lo que está sucediendo. Las mujeres del pueblo mientras atizaban su leña avivaban su candela con el soplador, esperando a sus esposos con un rico cabrito con harto loche y que según recuerda mi ancestro lo preparaban como para chuparse los dedos.
Entrado ya el mediodía, los hombres flacos, secos y arrugados como esta tierra estéril, llegaron al pueblo y cuenta mi abuelo que fueron derechito a su casa encontrando yucas, plátanos sancochados en una lapa que había puesto su mujer. 


Mi señora, es así como mi abuelo con respeto se dirigía a su esposa sirvió el seco que con tanta alegría dicen había preparado, pero no faltó por allí uno de esos curiosos que se le ocurrió pregunta por los ingredientes que utilizó mi abuela para preparar el cabrito, ella muy amable le dijo rapidísimo: 4 kilos de cabrito bebe ilusionado, alimentado con algarrobina depositada en la troja, una copita de lágrimas de maíz ebrio, tres dientes de ajos felices, ramitas de culantro amoroso, una cebolla sentimental, una pizca de comino divertido, dos sobres de pimienta irónicas, un octavo de aceite espiritual, un travieso tomate, un cuarto de loche observador, un furioso ají amarillo, un kilo de yucas amigables, tres kilos de arroz, angelical sonrisa de miel y un kilo de frijoles primorosos como la gente de nuestro pueblo. Al escuchar estos paisanos que se encontraban reunidos comenzaron a reírse.

Llegada ya la noche lóbrega, como todas las noches. La lluvia caía por las tandas y el chirrido de grillos, el baile de la cabra y el silbido del viento, contaba mi abuelo, hacía castañear los dientes por la espantosa oscuridad que los envolvió. Mientras tanto Julia una moradora del pueblo, ponía un poco de kerosene a su candil para poder alumbrarse. Un ganador es parte de la solución. Un perdedor es parte del problema, así que mañana bien temprano nos vamos a caminar por la orilla del río y aguaitamos en que parte de la vega hay posibilidad para atravesar aguas. Cuando llegó el día siguiente que quedaron por verse y llenos de una inmensa ilusión se dirigieron a la vega, avanzando poco a poco por la orilla del río con mucho cuidado, porque con ella llena de agua no era cosa de andar al descuido
Tanteando, tanteando dijo mi abuelo, íbamos oyendo los ruidos del agua procurando ir por una sola dirección nomás. En eso vimos que la fuerza del agua había traído abajo el algarrobo que estaba a la orilla de la vega, cuando esta no tenía agua. Increíblemente había formado un puente y desde ese momento los trabajadores no dudaron y se atrevieron a cruzar la vega.
Al regresar a casa los hombres contaron la buena noticia al pueblo y a las pocas familias que vivían allí se reunieron para agradecer a Dios tanta misericordia para con sus hijos, hasta el punto que acordaron en una sola idea del darle un nombre al pueblo donde vivían y lo llamaron “El Puente”.

Todo esto ocurrió hace mucho tiempo, pero él, mi abuelo, cree que las lunas y las crecidas del río y la memoria de los viejos no son suficientes para medir la antigüedad de tal historia.
Ahora con el transcurrir del tiempo ya se ha convertido en un pueblo con numerosas familias y en aquel lugar encontramos en el presente chinganas, agua potable, luz eléctrica, posta médica, hasta una emisora radial y una hermosa iglesia donde los puentinos nos reunimos para darle gracias a nuestro Dios, por darnos un maravilloso centro poblado como es el “El Puente”.